"Con frecuencia, bajo un traje sucio se esconde una gran sabiduría." Marco Aurelio

sábado, 5 de abril de 2014

LA CIUDAD PÉRDIDA DE LOS DENTISTAS

LA CIUDAD PÉRDIDA DE LOS DENTISTAS 
El tío Matt (el viajero)

“A mis oídos llegó una vieja historia, que hablaba de una ciudad en la que cualquiera podía cumplir su sueño, sin ninguna limitación. El mío siempre fue, ser odontólogo y la ciudad se llamaba Kwoloon”




Kwoloon ya no existe, pero una vez si existió, una ciudad dentro de una ciudad, un país dentro de otro, una incómoda anomalía política que duró casi 100 años y que tan sólo unos cuantos recuerdan a fecha de hoy, aunque la mayoría seguramente nunca hayan oído hablar siquiera de su existencia

“El principal problema que tenía para ser odontólogo era que carecía de la titulación necesaria para desempeñar tal profesión, bueno, quizá hubiesen un par de pegas más, ya que tampoco tenía el instrumental necesario ya que sólo contaba con unos viejos alicates que mi padre me había dejado como única herencia y como una de las virtudes de un buen dentista es la sinceridad, he de confesar que tampoco sabía nada acerca de odontología. Pero si poseía lo más importante, una gran ilusión y determinación. Así que cuando llegó a mis oídos que en Kwoloon cualquiera podía ejercer la profesión que desease sin restricciones legales me decidí a trasladarme allí.”

Kwoloon llegó a ser el núcleo urbano con mayor densidad de población del planeta Tierra, ya de por sí superpoblado, por encima de Pekin, Tokio y otras megalópolis. Esta ciudad tenía 100 metros de ancho por 200 metros de largo y unas reglas muy sencillas: No estaban permitidas más de 14 alturas, por su proximidad a un aeropuerto internacional; y la segunda regla era que todo el cableado eléctrico debía ser externo, para facilitar el trabajo de los bomberos ante una emergencia.






En tan reducida superficie era muy difícil acomodar a una población en aumento, no existía terreno disponible, por lo que las nuevas construcciones se alzaban encima de las ya existentes, sin permisos de obras, sin complicados proyectos arquitectónicos, sin ninguna seguridad. Los edificios simplemente se sostenían unos a otros y era tal la densidad de éstos que formaban una mole uniforme de 14 alturas, con estrechísimas callejuelas en las que apenas llegaban los rayos de sol.




“Cuando llegué, la imagen de la ciudad me dejó en estado de shock, oscuras calles de apenas 5 metros de anchura, atestadas de puestos callejeros que hacían prácticamente imposible moverse por las mismas. Pareces infinitas combadas hacia el exterior como si los edificios me fuesen a engullir de un momento a otro, un intenso olor a humanidad y especies procedentes de los numerosos puestos de comida, en la que destacaban los puestos especializados en carne de perro, pero sobre todo recuerdo el  ensordecedor ruido de 30 mil almas hablando a la vez.”

¿Por qué decimos que se trataba de una anomalía política?, pues esto se debe a que la megalópolis que albergaba esta ciudad olvidad fue entregada a un imperio colonialista por un país en extrema pobreza, como condición de que fuese devuelta en un plazo de 100 años, esta fue la primera condición. La segunda fue que permitiesen mantener un pequeño núcleo dentro de la ciudad entregada, núcleo que amurallarían, en el que seguiría gobernando el antiguo régimen. El imperio colono aceptó las condiciones y así nació Kwoloon. La ciudad entregada creció desmesuradamente hasta convertirse en una floreciente supermegalóposis, cosmopolita, abierta al mundo, moderna; mientras que la ciudad interna mantenía las viejas costumbres de un país milenario, pero crecía como un cáncer, sin ningun control, y como un cáncer acabó por convertirse en un serio problema para la salud de la megalópolis.



“Sinceramente pensaba que me resultaría más fácil hacerme un hueco en la atestada urbe, pero nada más lejos. Alquilar una habitación era imposible, las pocas habitaciones libres eran controladas por las mafias locales, las cuales pedía un desorbitado precio por las mismas y un elevado porcentaje de los beneficios del negocio. Con los ahorros de mi vida conseguí subarrendar un puesto callejero, en el que también tenía intención de vivir. Asi comencé mi carrera como odontólogo, ofreciendo un único tratamiento para todas las dolencias, la extracción de la pieza dental, lo que generalmente acababa con el dolor. Eso sí, a un precio mínimo que sólo los más pobres se atrevían a costear. Me avergüenza reconocerlo, pero no seguía los preceptos del feng sui y tampoco aplicaba el viejo proverbio de “Si no queda satisfecho, le devolvemos su dinero”.


En un principio Kwoloon  albergó a los más humildes de los habitantes de la megalópolis, incapaces de mantener el nivel de una ciudad en rápido florecimiento, se vieron obligados a trasladarse a esta zona, que vivió un rápido marchitamiento, ya que junto con los más humildes, también llegaron delincuentes y gente de mal vivir, que no tardaron en formar violentas mafias para controlar la ciudad amurallada. Ninguno de los dos gobiernos quería hacer frente al descontrol ocasionado en Kwoloon, no existía más ley que la de las mafias que controlaban la prostitución, el comercio y los fumaderos de opio.



“Descubrí a las mafias demasiado pronto, ya que a los pocos días de instalarme en la ciudad, recibí la visita de dos hombres que me informaron amablemente que si quería seguir trabajando dentro de los muros de Kowool tendría que entregar el 50% de los recaudado al jefe local, o protector como ellos lo llamaban, ya que si me negaba no podían garantizarme mi seguridad… no tuve mas remedio que ceder y los dos amables matones me dijeron que pasarían semanalmente a por la recaudación, de esa forma no tendría que dejar de trabajar y perder clientes”

Tal fue el punto que llegó la ciudad, que los gobiernos conjuntamente decidieron su desmantelamiento, no sin la oposición de sus habitantes, que obtuvieron una mínima indemnización (quién tuviese sus escrituras en regla) o nada (los que no las tuviesen).


“El día fijado para el desalojo yo ya tenía mis escasas pertenencias recogidas, dispuesto a volver a mi humilde pueblo y abandonar para siempre un sueño que se había convertido en pesadilla. Pero no todo el mundo estaba tan dispuesto a abandonar sus hogares, las mafias también se habían preocupado mucho de crear crispación para que se desatara la anarquía, tal fue la presión que se creó que las fuerzas del orden tuvieron que entrar con toda su fuerza, valga la redundancia, convirtiendo el desalojo en una batalla campal en la que terminé de perder mis pertenencias, mi sueño y mi libertad, ya que fui arrestado y acusado injustamente de vandalismo y agresión, por la que estoy cumpliendo una ejemplar condena de 30 años de prisión”


Esta historia puede sonar a una historia de Phillip K, Dich, pura ciencia ficción estilo Blade Runner, una caotica ciudad tomada por las mafias y por los dentistas, sin leyes ni orden, una anomalía política incómoda para todos los gobiernos, algo a extinguir. Pero es totalmente cierta, esta ciudad amurallada de Kwoloon, existío hasta el año 1993, en el cual fue desmantelada, ahora en su lugar, existe un parque del mismo nombre en las mismas entrañas de Hong Kong.

























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