El tío Matt (el viajero)
“A
mis oídos llegó una vieja historia, que hablaba de una ciudad en la que
cualquiera podía cumplir su sueño, sin ninguna limitación. El mío siempre fue,
ser odontólogo y la ciudad se llamaba Kwoloon”
Kwoloon ya no existe, pero una
vez si existió, una ciudad dentro de una ciudad, un país dentro de otro, una
incómoda anomalía política que duró casi 100 años y que tan sólo unos cuantos recuerdan
a fecha de hoy, aunque la mayoría seguramente nunca hayan oído hablar siquiera
de su existencia
“El
principal problema que tenía para ser odontólogo era que carecía de la
titulación necesaria para desempeñar tal profesión, bueno, quizá hubiesen un
par de pegas más, ya que tampoco tenía el instrumental necesario ya que sólo
contaba con unos viejos alicates que mi padre me había dejado como única
herencia y como una de las virtudes de un buen dentista es la sinceridad, he de
confesar que tampoco sabía nada acerca de odontología. Pero si poseía lo más
importante, una gran ilusión y determinación. Así que cuando llegó a mis oídos
que en Kwoloon cualquiera podía ejercer la profesión que desease sin
restricciones legales me decidí a trasladarme allí.”
Kwoloon llegó a ser el núcleo
urbano con mayor densidad de población del planeta Tierra, ya de por sí
superpoblado, por encima de Pekin, Tokio y otras megalópolis. Esta ciudad tenía
100 metros de ancho por 200 metros de largo y unas reglas muy sencillas: No
estaban permitidas más de 14 alturas, por su proximidad a un aeropuerto
internacional; y la segunda regla era que todo el cableado eléctrico debía ser
externo, para facilitar el trabajo de los bomberos ante una emergencia.
En tan reducida superficie era
muy difícil acomodar a una población en aumento, no existía terreno disponible,
por lo que las nuevas construcciones se alzaban encima de las ya existentes,
sin permisos de obras, sin complicados proyectos arquitectónicos, sin ninguna
seguridad. Los edificios simplemente se sostenían unos a otros y era tal la
densidad de éstos que formaban una mole uniforme de 14 alturas, con estrechísimas
callejuelas en las que apenas llegaban los rayos de sol.
“Cuando
llegué, la imagen de la ciudad me dejó en estado de shock, oscuras calles de
apenas 5 metros de anchura, atestadas de puestos callejeros que hacían
prácticamente imposible moverse por las mismas. Pareces infinitas combadas
hacia el exterior como si los edificios me fuesen a engullir de un momento a
otro, un intenso olor a humanidad y especies procedentes de los numerosos
puestos de comida, en la que destacaban los puestos especializados en carne de
perro, pero sobre todo recuerdo el
ensordecedor ruido de 30 mil almas hablando a la vez.”
¿Por qué decimos que se trataba
de una anomalía política?, pues esto se debe a que la megalópolis que albergaba
esta ciudad olvidad fue entregada a un imperio colonialista por un país en
extrema pobreza, como condición de que fuese devuelta en un plazo de 100 años,
esta fue la primera condición. La segunda fue que permitiesen mantener un
pequeño núcleo dentro de la ciudad entregada, núcleo que amurallarían, en el
que seguiría gobernando el antiguo régimen. El imperio colono aceptó las
condiciones y así nació Kwoloon. La ciudad entregada creció desmesuradamente
hasta convertirse en una floreciente supermegalóposis, cosmopolita, abierta al
mundo, moderna; mientras que la ciudad interna mantenía las viejas costumbres
de un país milenario, pero crecía como un cáncer, sin ningun control, y como un
cáncer acabó por convertirse en un serio problema para la salud de la
megalópolis.
“Sinceramente
pensaba que me resultaría más fácil hacerme un hueco en la atestada urbe, pero
nada más lejos. Alquilar una habitación era imposible, las pocas habitaciones
libres eran controladas por las mafias locales, las cuales pedía un desorbitado
precio por las mismas y un elevado porcentaje de los beneficios del negocio.
Con los ahorros de mi vida conseguí subarrendar un puesto callejero, en el que
también tenía intención de vivir. Asi comencé mi carrera como odontólogo,
ofreciendo un único tratamiento para todas las dolencias, la extracción de la
pieza dental, lo que generalmente acababa con el dolor. Eso sí, a un precio
mínimo que sólo los más pobres se atrevían a costear. Me avergüenza
reconocerlo, pero no seguía los preceptos del feng sui y tampoco aplicaba el
viejo proverbio de “Si no queda satisfecho, le devolvemos su dinero”.
En un principio Kwoloon albergó a los más humildes de los habitantes
de la megalópolis, incapaces de mantener el nivel de una ciudad en rápido
florecimiento, se vieron obligados a trasladarse a esta zona, que vivió un
rápido marchitamiento, ya que junto con los más humildes, también llegaron
delincuentes y gente de mal vivir, que no tardaron en formar violentas mafias
para controlar la ciudad amurallada. Ninguno de los dos gobiernos quería hacer
frente al descontrol ocasionado en Kwoloon, no existía más ley que la de las
mafias que controlaban la prostitución, el comercio y los fumaderos de opio.
“Descubrí
a las mafias demasiado pronto, ya que a los pocos días de instalarme en la
ciudad, recibí la visita de dos hombres que me informaron amablemente que si
quería seguir trabajando dentro de los muros de Kowool tendría que entregar el
50% de los recaudado al jefe local, o protector como ellos lo llamaban, ya que
si me negaba no podían garantizarme mi seguridad… no tuve mas remedio que ceder
y los dos amables matones me dijeron que pasarían semanalmente a por la
recaudación, de esa forma no tendría que dejar de trabajar y perder clientes”
Tal fue el punto que llegó la
ciudad, que los gobiernos conjuntamente decidieron su desmantelamiento, no sin
la oposición de sus habitantes, que obtuvieron una mínima indemnización (quién
tuviese sus escrituras en regla) o nada (los que no las tuviesen).
“El
día fijado para el desalojo yo ya tenía mis escasas pertenencias recogidas,
dispuesto a volver a mi humilde pueblo y abandonar para siempre un sueño que se
había convertido en pesadilla. Pero no todo el mundo estaba tan dispuesto a
abandonar sus hogares, las mafias también se habían preocupado mucho de crear
crispación para que se desatara la anarquía, tal fue la presión que se creó que
las fuerzas del orden tuvieron que entrar con toda su fuerza, valga la
redundancia, convirtiendo el desalojo en una batalla campal en la que terminé
de perder mis pertenencias, mi sueño y mi libertad, ya que fui arrestado y
acusado injustamente de vandalismo y agresión, por la que estoy cumpliendo una
ejemplar condena de 30 años de prisión”
Esta historia puede sonar a una
historia de Phillip K, Dich, pura ciencia ficción estilo Blade Runner, una
caotica ciudad tomada por las mafias y por los dentistas, sin leyes ni orden,
una anomalía política incómoda para todos los gobiernos, algo a extinguir. Pero
es totalmente cierta, esta ciudad amurallada de Kwoloon,
existío hasta el año 1993, en el cual fue desmantelada, ahora en su lugar,
existe un parque del mismo nombre en las mismas entrañas de Hong Kong.
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