Era una fría mañana de febrero del año 1987 en Corea del Norte, el sol brillaba débilmente, los pocos pájaros que se atrevían a sobrevolar la capital del país lo hacían con temperaturas de menos 5 grados Celsius, el Sia Ping jo lideraba la clasificación de una liga profesional de futbol que no acababa de arrancar y… Corea del sur acababa de terminar el hotel más alto del mundo.
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Usted
no se preocupe majestad, que esto casi seguro que se lo acabamos en dos años –
dijo el jefe de obras (descendiente de antiguos maestros de obras españoles)
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Estupendo,
yo estal muy contento – contestó Kim
Jong-Il.
Ryugyong, significa en Coreano “Capital de los Sauces” y como estos, necesita algo más de dos años para crecer, por lo que el plazo inicial planteado se demoró un poco más, 24 años más para ser más exacto. Pero nos complace informaros que a fecha de hoy ya se están dando los últimos retoques.
¿Qué paso con esta faraónica obra?, realmente es sencillo de
entender. La construcción empezó a un ritmo frenético, edificando las 105
plantas (330 metros de altura) en un tiempo record, usando patrióticos
materiales de construcción (pero de una calidad ínfima). En 1990 la caída de la
Unión Soviética y por tanto de sus mercados y sus suministros de petróleo,
provocaron un colapso económico y
energético en el país, que acabo con alrededor de 2 millones de norcoreanos (el
10% de la población murió por inanición). En 1992 se abandonó la construcción,
dejando un esqueleto monstruoso e inacabado para mayor vergüenza del gobierno
de Kim Jong-Il.
Pero un buen día del año 2008, una empresa egipcia retomó el
proyecto, y es que, ¿Quién mejor que un egipcio para hacer pirámides?. En esta
ocasión el líder comunista se aseguró mucho de que no hubiese descendientes de
españoles entre los trabajadores. No sea
que se tardara otros 21 años en terminar.
En 2010 se terminó el trabajo exterior del coloso, estimando su
culminación definitiva en el 2012 (pero se está alargando un poco más).
Presentando a fecha de hoy este espectacular aspecto:
Este edificio está considerado uno de las construcciones más
feas del mundo. Pero hay que reconocer que es sobrecogedor. Si lo pensamos detenidamente, es una perfecta
alegoría de la derrota de los regímenes comunistas. El proyecto se inició con
un tremendo orgullo para reflejar el vasto poder del régimen comunista en la
década de os 80. Pero poco a poco se fue transformando en una profunda
decepción, vergüenza e impotencia. Abandonado durante un larguísimo periodo
(como el país) y retomado por una multinacional extranjera. Al final, Corea del Norte, como su hotel
Ryugyong, claudicará ante el Tío Sam, Coca Cola y McDonal’s (si no lo ha hecho ya),
para alegría de sus habitantes y pesadumbre de su líder, pero como ya no se
puede
quejar, que le den.
El tío Matt: el viajero
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